13 mayo 2010

Amores de ayer y de hoy

Hay un poeta rumano llamado Eminescu. Es nuestro poeta nacional. Su vida intensa, su muerte prematura y trágica y su obra extraordinaria son indicios de su genialidad. Después de 120 años desde su muerte se siguen estudiando sus poemas en escuelas primarias y colegios. Yo todavía se de memoria unos cuantos, adoro la mayoría, pero su obra maestra, El Lucero, siempre será mi preferida. El poema tiene 98 estrofas y "en ellas, el lucero del alba o vespertino -según se quiera mirar desde el poeta-, como inmortal divinidad o genio elevado y solitario sufre la desdicha del amor imposible con una joven princesa humana y mortal, Catalina. He aquí el problema, ¿descender y sacrificar su naturaleza inmortal por amor o permanecer en su perfecto pero solitario estado? Él ignora que se trate de un precio excesivo por lo efímero de la vida mortal, tal y como trata de enseñarle su Padre, el Demiurgo. Mientras tanto, un joven mortal, paje y bastardo, consigue a Catalina. Al final, el Lucero debe renunciar a su descenso a lo terrenal, a su apasionamiento por Catalina, quedando, con esos versos fundamentales, “inmortal y frío” en su esfera." (comentario de Héctor Martínez, mas aquí).
Tal como Eminescu se identificaba en su vida real con el personaje central de su poema, yo, en mi adolescencia, me identificaba con el personaje femenino, Catalina. Porque tenía dos amores. Uno cercano, terrenal y otro tan lejos de mi alcance como El Lucero. Pero empezaré con el principio.
A los 14 años, enseguida después de la revolución, mi mundo cerrado se abrió de tal manera que todos los días aprendía y vivía cosas nuevas, igual que un niño pequeño que da sus primeros pasitos. La música de fuera que conseguía entrar en nuestro mundo de antes de la revolución, tenia que tener una notoriedad extrema, para alcanzar nuestros oídos. Nombres como CC Catch, Sandra, Kim Wilde y Sabrina se hicieron conocidos por alguna razón que escapa a mí entender. Pero Abba, Michael Jackson y Madonna nos ayudaron a seguir adelante en esa vida austera, por meritos propios. De las tres posibilidades, yo escogí dos: Abba en mi más tierna infancia, cuando vivía en la ciudad de mis abuelos, Galati, y Michael Jackson, durante toda mi adolescencia y mi primera juventud, y no lo niego, hasta el día de hoy. Soy del tipo pasional. Cuando me vuelco en algo lo hago hasta no poder mas. Así pasó con Abba y así pasó con Michael Jackson también. Si perdía alguna posibilidad de ver un video suyo, conseguir un disco, o algo por el estilo, para mí en ese momento, se terminaba el mundo. Mis abuelos me consiguieron todas las cintas de Abba y, como todavía había algo de libertad en esa época, les he visto más de una vez en televisión y les he escuchado en radio. Es mas, hasta he visto su famosa película en cine. Cuando llegó el turno de Michael Jackson, cuando yo tenía más o menos 12 años, las cosas empeoraron bastante y la lucha fue mas intensa. Recuerdo como si fuera ayer. Estábamos viendo una película en video, conseguida a duras penas de algún amigo, marinero. Era la famosa película de los judíos que se escapan de un campo de concentración, un tema totalmente prohibido en aquella época. Recuerdo que me dejó un gusto amargo y una sensación extraña en el cuerpo, pero me pasó pronto porque, en vez de créditos, la pantalla se llenó del genio en estado puro de Michael Jackson. Era la primera vez que le veía. Ya, por aquel tiempo, estaba mas blanco y lanzaba videos como "Bad" o "Dirty Diana", pero yo he empezado como debe ser. Con "Billie Jean" y "Thriller". Del primer sonido de "Billie Jean" hasta el último, casi no respiré. Supe entonces que nunca me dejaría de gustar esa canción. Sin embargo, "Thriller" me asustó tanto que pasé casi la mitad del video escondida detrás de mi madre. Claro que después volví a poner el video una y otra vez hasta que hemos tenido que devolverlo. Pero esa primera vez la pregunté a mi madre: "¿Quien es este?" Y ella, toda una experta, me dijo: "Este es Michael Jackson. Yo le conozco desde cuando era un crió y bailaba y cantaba con sus 4 hermanos en Jackson 5. Un genio." Esto es lo que supone una dictadura. Un atraso informacional tremendo o, peor aún, una falta total de información exterior. La música es un peligro para las dictaduras. Abre corazones e incita almas a querer vivir, luchar para sus derechos y por la verdad y la justicia. Por ello, siempre he dicho que la música es algo divino, un regalo que hay que apreciar mucho más y no hacer de ello una mezcla de sonidos y gritos sin sentido, por que aquello la puede transformar en todo lo contrario de lo que es. En un medio para la destrucción, desorden, desequilibrio y hasta muerte.
Esta claro que desde ese momento mágico, Michael Jackson se transformó en mi razón de vivir. No se si era por la situación de nuestras vidas austeras y tristes, o porque soy ese tipo de persona que necesita de ídolos, de gente extraordinaria para admirar y seguir ejemplo, pero lo seguro es que hasta entonces me faltó algo, tenía un espacio vacío en el corazón que necesitaba ser rellenado.
Era enero de 1990, yo tenia 14 años y daba los primeros pasos en un mundo libre de censura, en un mundo que, poco a poco, intentaba ponerse al día con las novedades, recuperar el tiempo perdido y absorber toda esa información que tanto ha echado en falta durante mas de 15 años. Leí en un periódico que hay un fan-club Michael Jackson en mi ciudad esperando a sus seguidores. Con el corazón lleno de esperanza, me presenté en el sitio indicado, descubriendo que era la primera en llegar, despues del fundador, así que me convertí en la segunda fundadora del fan-club Michael Jackson de mi país (y de un fan-club en general). Aquellos fueron años maravillosos. Conocí gente como yo, jóvenes que adoraban a Michael, escuchaban su música todo el día, coleccionaban sus pósters, imitaban sus movimientos de baile y eran dispuestos a ayudarse mutuamente prestando, copiando o consiguiendo discos, videos y otros materiales con nuestro ídolo. Después de las clases, todos los días, nos juntábamos ahí. Había un ambiente festivo continuo y un buen rollo entre todos nosotros. Yo vivía para ello. Me parecía que mi mundo por fin adquiere sentido. Pronto, mi pobre colección de Michael Jackson aumentó considerablemente y, en poco tiempo, conseguí ponerme al día con sus videos y con su música. De saber 5 canciones, llegué a escuchar toda su discografía que es enorme y, con cada canción nueva, no paraba de agradecer al mundo que el existe y que yo soy libre para escucharle.
Por otro lado, me llevaba cada vez peor con mis padres. No se porque, pero ahora tenia que llevar a cabo mi propia revolución, para liberarme de su excesiva protección. Les parecía que paso demasiado tiempo fuera, con los del fan-club, aunque no había cosa en el mundo que me haga mas feliz y que me motive mas para todo, hasta para estudiar mejor. Tampoco existía sitio mas seguro para adolescentes que nuestro fan club, una habitación en la Casa Cultural, ofrecida por el Ayuntamiento, lejos de alcohol y otros vicios tan rápido adquiridos entre los jóvenes y los mayores de ese mundo nuevo, sin casi leyes, donde la gente no sabía que hacer con la libertad que tanto deseó.
Y en el año 1992 llegó el milagro. Michael Jackson daba un concierto en nuestro país. Fue el primero de los grandes, en atreverse pisar un escenario rumano. No hay palabras para describir lo que sentíamos todos, esperando el gran día, y mucho menos, para describir las sensaciones que experimentemos el día del concierto, pero intentaré buscarlas de todos modos.
El fan club ahora era grande, era famoso y cada día venia gente nueva para apuntarse. Sacábamos una revista mensual también, con información y fotos de nuestro ídolo. Yo trabajaba como DJ junto con el fundador y jefe del fan-club en una cadena de radio de nuestra ciudad, en un programa dedicado exclusivamente a Michael Jackson y a los otros miembros de su familia. Me escuchaban mis compañeros de clase y los profesores, me conocía la gente y preguntaban por mí los fans de otras ciudades y de la capital, deseando conocerme. Cuando empezó la locura, los meses previos a su llegada a Bucarest, yo todavía no sabia si mi sueño se haría realidad. Dependía de mis padres completamente, tanto para comprar entrada, como para recibir permiso para viajar tan lejos sin ellos. Tenía ya 16 años pero para ellos, seguía siendo una niña. Entonces, para mi sorpresa, mi madre y mi padre hablaron y llegaron a la conclusión que, solo por esta vez, harían una excepción y me dejarían ir, en palabras exactas de mi madre " si no, nos odiará toda su vida". Mi padre me llevó para comprarme la entrada que valía el equivalente de casi un sueldo de aquel entonces, y ese fue uno de los días más felices de mi vida. Ulteriormente, una vez llegados a la capital, nuestro fan-club consiguió más de 100 entradas gratis de una cadena de radio de Bucarest. Teníamos para regalar y vender, a precio mas bajo de lo normal, ayudando así a la gente con menos posibilidades financieras y, a la vez, quedarnos con algo para nuestros gastos en la capital. Yo falté de las clases durante casi una semana, con la aprobación de todos mis profesores. Hasta el más serio se enrolló y me deseó buen viaje y buena diversión. Tal era el poder de Michael Jackson y de su música en aquellos tiempos.
Y llegó el día. Desde la mañana muy temprano, nos arrimamos al estadio, así que conseguimos estar en la primera fila, delante del escenario. Yo tuve bastante mala suerte aquellos días, porque no le vi casi nada cuando llegó al aeropuerto y eso que le llevaba esperando todo el día, ni al orfanato que visitó, ni por la calle donde dio varias vueltas en coche abierto, así que me quedaba solo esa oportunidad y no la quería desperdiciar también. No quería desmayarme, ni necesitar ir al baño, ni tener hambre o sed y perderme ese sitio tan bueno que tenía, así que aguanté todo lo que pude y no me resulto tan difícil, aunque estuve sin salir de entre la multitud más de 10 horas. De hecho, nadie de mi cuadrilla abandonó su sitio. Después de ver a Snap, el escenario se oscureció, y la música de Carmina Burrana nos inundo los oídos. Aquella música tuvo un efecto alucinante en nosotros, nuestros oídos acostumbrados mas bien a los corros patrióticos, se entregaron totalmente a esa locura y, después, de repente, irrumpiendo del suelo, apareció EL. Silencio total... ningún movimiento... La gente aguantaba la respiración. Y después música, voz divina, movimientos frenéticos, láseres, locura, gritos, milagro... Y una gran tristeza cuando se fue. Ese concierto de Bucarest de 1992 ha sido grabado y lanzado como video oficial de esa gira mundial y hasta el día de hoy es considerado el mejor directo de Michael Jackson. Mas largo, mas espectacular, mas luminoso, para echar, de una vez por todas, las sombras del pasado, para traernos a nosotros también la luz y la alegría, para llamar la atención del mundo sobre ese país casi desconocido de Europa de Este, que también vibra, se emociona, y tiene gente buena y humilde y deseosa de vivir y gozar como los demás. Y para mi gran orgullo, yo aparezco 3 veces en el video, cantando y transmitiendo felicidad en estado puro. Todo el dinero recaudado de los más de 60 mil espectadores se quedo en el país. Michael no se llevo ningún céntimo con el. ¿Que ha significado este concierto para nosotros? ¡Muchísimo! Nietos, hijos, padres y abuelos lo vieron ahí presentes o en televisión. Todos vibraron, cantaron y bailaron, se quedaron asombrados por el juego de láseres que nunca habían visto antes. El Rey trajo la luz a nuestras vidas tan acostumbradas a la oscuridad. Desde entonces, por desgracia, la gente ha cambiado muchísimo. Ahora han olvidado el pasado, dan por sentado lo que tienen y no aprecian ya nada. El dinero lo es todo hoy, y gastar, y presumir, y envidiar, y pasar de todo, y burlarse de lo que antes era sagrado.
El segundo concierto de Michael Jackson en Bucarest, tuvo lugar en 1996. No fue lo mismo ni para los fans, ni para Michael, ni para mí. “Un milagro no se repite dos veces”, se dice. La gente estaba un poco desilusionada y triste al ver que este mundo nuevo, capitalista, no era tan bueno como se lo imaginaban, ni tan seguro, ni tan prospero. Para Michael ya empezaban sus peores años, sus problemas con la justicia, encima estaba recién divorciado y, por culpa de todo eso, su magia estaba desapareciendo poco a poco. Al final, sus "consejeros" y las falsas amistades, su entorno más cercano, consiguieron arrebatarle los bienes más preciados que tenía: los dones de la música y del baile. Le amargaron la vida y le hundieron hasta que no quedó nada de su genio. Pero no todavía.
Fue en aquel año cuando conseguí verle cara a cara. Yo ya era estudiante en Bucarest, en la Universidad de Derecho. Ya no tenía que pedir permiso a mis padres, ni dar explicaciones por mis aficiones. Un día antes de llegar el, llegaron los demás, su banda, su cocinero, su maquilladora, su sastre, sus bailarines. Fueron invitados a un restaurante muy famoso, a unos cuantos kilómetros de la ciudad. Con ellos iban los fans de toda Europa que consiguieron ganar el concurso oficial de MTV. Entre ellos no había ningún representante rumano. Yo, el jefe del fan club y otra chica estábamos en el hotel donde se alojaban todos ellos y donde se alojaría MJ los días siguientes. Seguíamos de cerca todo lo que pasaba. Por ser miembros fundadores del fan club, teníamos ciertos privilegios, aparte de conseguir entradas gratis. Cuando Marcel Avram, el promotor rumano que trajo a Michael a Rumania las dos veces, estaba a punto de subir en uno de los autobuses que se dirigían al restaurante, nos hemos atrevido a pedirle que nos tengan en cuenta también a nosotros, los fans rumanos. Ni caso. Que no había sitio, que no podíamos viajar de pie, etc. Las típicas excusas de quienes no están a labor de ayudar. Pero, en ese mismo momento, escuchaba nuestra conversación la estilista, Karen Faye y, sin más rodeos y historias, nos invitó a subir a su autobús. Así que me pasé la siguiente media hora hablando con un miembro de la banda de MJ, el batería, sobre como es MJ ahora, como era de niño, escuchando anécdotas de la boca del que mejor le conocía, al ser el miembro más antiguo de la banda. Al llegar al restaurante, nos sentaron en su mesa, debajo de las miradas envidiosas de los demás fans, toda la noche bromeando, bailando y hablando con sus bailarines más famosos, con los miembros de su corro, con toda esa gente que le admiraba y apreciaba y le quería de verdad, por conocerle como la persona maravillosa que era. Sobre todo, Karen Faye. Fue una noche de ensueño, de cual me quedan, por desgracia, pocas fotos de mala calidad, por ser hechas con una cámara antigua de las de carrete, pero muchos recuerdos maravillosos que nunca se borraran de mi memoria. El día siguiente llego MJ, primero sus decenas de maletas de diseño, llenas entre otras cosas, de trajes pesados de baile, después el, bastante mas alto de lo que me imaginaba (yo tengo 1,74), muy blanquecino de cara, muy tímido y muy extraño. Pasó delante de todos nosotros, parándose de vez en cuando en frente de algún afortunado. Yo le tenía preparado un juguete que representaba a un gremlin de la famosa película, pero, en el último momento, decidí dejarlo en casa y regalarlo a mi hermana, ya que el tendría tantos juguetes de sus fans y, probablemente, no haría caso a alguno más. Pero me equivocaba. De repente, paró a lado mió, en frente de los representantes del Fan Club de Alemania creo. Ellos tenían un póster enorme que representaba, por un lado a un niño sentado en un orinal y por el otro, fotos de todos los fans con sus firmas o algo parecido. Le gustó tanto aquello que llegó a pedirlo en voz alta a los chicos, de manera insistente. Los fans no sabían cómo explicarle que no se lo pueden regalar por ser un trabajo común de todos ellos. No llegué a entender hasta el día de hoy por que no se lo habían dado si tanto insistió. Podrían haberlo visto como un gran honor incluso. Y menos entenderé, como es posible que MJ, una persona que podría tener cualquier cosa que deseaba, se había encaprichado tanto con ese póster.
El concierto fue fantástico, como siempre, yo estuve en la primera línea otra vez, soñando con el gran momento que me esperaba después. Antes del concierto, había hecho una amiga que le tenía preparado a MJ un regalo muy diferente. Su padre era un pintor famoso, muy talentoso, que le plasmó a Michael con pelo hecho de ramas desnudas de árboles. El cuadro era muy conseguido y lo mismo pensó su guardaespaldas que aceptó ayudarnos subir a su habitación después del concierto. El era el mandamás a la hora de la verdad. MJ era tan amable que era capaz de recibir a un fan detrás de otro hasta horas muy altas de la noche. Pero el guardaespaldas sabía poner límite a esto. Nos ha dicho: "Si conseguís llegar no mas tarde de media hora después del concierto, os hago entrar en su habitación." ¿Pero como desprenderse de las últimas canciones del concierto para coger un taxi hasta el hotel, donde todo era incierto? ¿Y si al final no nos podía recibir? Así que, cuando el ultimo sonido de su voz se perdió en el aire, nos cogimos de la mano las dos, intentando hacernos sitio entre la multitud. En balde. Cuando por fin conseguimos salir fuera del estadio, ya no había ningún taxi. Lleguemos dos horas mas tarde, cuando Michael ya estaba dormido, aun así, el guardaespaldas, muy majo, nos prometió ayudarnos el día siguiente. Casi sin apenas dormir, estuvimos presentes a la mañana siguiente en la recepción del hotel, donde podríamos entrar tan fácilmente por ser ya caras conocidas para todos los policías y vigilantes que nos consideraban parte de la organización. Pero las cosas estaban muy diferentes aquella mañana. Desde el principio, MJ tenía pendiente un viaje al castillo de Drácula en helicóptero y nosotras habíamos quedado en ir por carretera con un coche de su equipo. Sin embargo, de la noche a la mañana, cambiaron los planes. Michael se enteró que había una epidemia de meningitis en la ciudad y decidió largarse. Así que, nada mas entrar en el hotel, le vimos salir a toda prisa, dirigiéndose al coche que le llevaría al aeropuerto. Por poco y le habríamos perdido. Había muy poca gente en la entrada del hotel, 7 personas, más o menos, y nosotras. Cada uno se arrimó a su coche, entró, se sentó por un momento y habló un poco con el. Le regalaban objetos, como un globo del mundo con el mapa de Rumania destacado, o algún juguete, había una madre que trajo a su hijo pequeño para que le firmara en la camiseta, después entró mi amiga con el cuadro y con un libro que había escrito y publicado ella misma, sobre una aventura imaginaria que ella supuestamente vivió en su casa de Neverland. Historias muy similares me había imaginado yo también miles de veces, desde pequeña hasta mayor, sin darme cuenta que era una idea muy buena para un libro que tendría tanto éxito entre todos sus fans en aquellas fechas próximas a su llegada. Estaba en rumano y probablemente Michael nunca llego a leer ni una sola palabra, aun así, aquella chica mas joven que yo, me recuerda siempre como hay que ser y que hay que hacer para triunfar en este mundo. Cuando llegó mi turno, metí un pie en el coche, miré adentro y vi unos ojos grandes, inconfundibles, de niño asustado, que no sabe todavía por que hay tanta gente gritando a su alrededor. La boca y la nariz estaban tapadas por primera vez desde cuando estaba en Rumania, con su típico bozal negro. Me eché para atrás y me fui. “¿Para que molestarle yo también a este pobre hombre, a este Peter Pan moderno que se ha quedado para siempre a la edad de 8 años, con tantos juguetes, sin niñez y sin tiempo para jugar? El me ha dado tanto, me ha llenado y alegrado mi adolescencia y mi primera juventud. Me ha regalado la banda sonora de mi vida. ¿Para que me sirve un autógrafo suyo? Ya he cogido todo lo que me ha podido el dar y más. Ahora es mi turno para mostrarle respeto y dejarle tranquilo.” Así pensé en ese momento. Fue como una iluminación y nunca me arrepentí por ello. Esté donde esté, el ángel descansa por fin, ya que el acoso de la gente ha parado para siempre. Ahora tiene tiempo para jugar y puede por fin entender el por qué de todo lo que ha vivido.
Y así acaba la historia de mi primer amor, el que no podía verse cumplido. El otro, el terrenal, el que viví en los últimos años de colegio, tampoco se vio cumplido y ahora doy gracias a Dios por ello, por que el sujeto no merecía la pena. Pero toda esta experiencia ha quedado resumida en una poesía llamada "La estrella", una parodia de 98 estrofas escrita por mí en dos noches de gran inspiración. La verdad es que es un poema muy conseguido, con una rima casi tan perfecta como el original. Me atrevería decir que el mismísimo Eminescu se acercó a mis oídos para susurrarme los versos. Al fin y al cabo el es mi ídolo también. Me gustaría compartirlo con vosotros pero está en rumano y perdería la gracia si lo tradujiera. No hace falta decir que lo leí a todos mis compañeros de clase, a mis padres, a mis amigos y se echaron unas buenas risas a cuenta de ello.

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Si, soy ese tipo de gente que necesita de ídolos para admirar y seguir ejemplo. Hay muchos que no entienden esto. Pero yo tampoco entiendo por que algunos fuman, o beben, o se drogan, cuando existe algo tan bello que te puede hacer volar y llegar al éxtasis de manera igual, o incluso mucho más, como la música, la poesía o el baile. Por ejemplo, yo he vivido en mi propia carne, experiencias únicas con ayuda de la música. Como en 2006, cuando volvía en tren desde Barcelona, después de ver mi primer concierto de Iron Maiden (mis idolos de hoy) y, escuchando su música en mp3, de repente, se me ha abierto una parte de mí que no sabia que existe. Durante dos largas horas, he experimentado el éxtasis puro, parecido a lo que deben de sentir los chamanes indios o gurus asiáticos, o quien sabe quienes más. El paisaje estaba dorado, la gente de mí alrededor me sonreía y yo amaba a todo el mundo. Me envolvió una paz y una tranquilidad tan fuertes que casi les palpaba, me sentía protegida y amada y lo único que quería era devolver con creces este amor a la gente, tener el poder de proteger a todo el mundo e impartir esa paz y esa tranquilidad a todos. Ojala si todos llegarían a sentir esto algún día. Igual no habría más envidias, y maldades, y guerras, solo música, poesía, baile y paz. Puede que parezca extraño que de todos los cantantes y las bandas que hay, Iron Maiden me ha hecho sentir esto, pero su música es única, sus canciones, la mayoría, son tan profundas, tan diferentes de las demás del mismo genero, que no me canso de escucharlas nunca. No intentaré convencerles que cambie de opinión pero, si pueden y quieren, escuchen algún disco y déjense llevar. Y, para los que adoran esta banda, creo que ya saben a que me refiero.

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