Tal como os he prometido el otro día, os contaré como fue el breve romance que tuve nada mas establecerme en España, en el pueblo de las galletas.
A Luis le conocí por internet. Estas cosas, a veces, de verdad que funcionan. SI NO te engañan con una foto de otra persona, un nombre inventado, una historia de vida falsa. SI NO tienen malas intenciones, planes pervertidos o SI NO están a labor de burlarse y echarse unas risas con los amigos. SI estáis dispuestos a conoceros personalmente. SI NO les/las engañas tú también en los detalles importantes. Hay muchos de "si", es verdad, ¿pero donde no los hay? En la vida real puede pasar exactamente lo mismo, menos lo de la foto falsa. Corrimos los mismos riesgos, lo único es que las posibilidades de encontrar la pareja ideal son mucho más escasas. El internet nos abre las puertas del mundo entero. ¿Si tu media naranja vive en China o en Pakistán o en Estados Unidos, que oportunidades tendrías de llegar a cruzar, aunque sea, tres palabras con el/ella? Ninguna. Por ello, no se por que la gente esta tan en contra de los romances por internet, de buscar pareja en línea y de chatear hasta el amanecer con la persona que te gusta. Es mas, como la atracción física no es una prioridad, destacan otras cualidades de la persona, que, en condiciones normales, no llegarían a lucirse desde principio o, en el caso de una breve aventura, nunca. ¿Cuantas parejas se han separado antes de llegar a conocerse de verdad? Por unos malos entendidos, por falta de paciencia, por no saber ver más allá de la capa superficial del otro ser. En internet, se puede conocer en profundidad a una persona, se pueden tocar temas muy importantes y uno puede ser mucho mas sincero de lo que es normalmente. Claro que el que miente en internet, suele mentir también en la vida real, pero el que es sincero de por si, aunque no puede serlo en la vida real por miedo a sufrir, encuentra en internet el medio ideal para abrirse el corazón. Cuando por fin la cita se hace real, las dos personas están ahí sabiendo perfectamente lo que hay y, muchas veces, el aspecto físico importa ya poco o nada, cuando se llega a este tipo de conocimiento profundo del otro.
No fue exactamente mi caso. Yo no tenía intención de buscarme pareja por internet. En esa época, tenía una vida muy ajetreada, llena y alegre, no me faltaban amigos y pretendientes y, además, tenia un compañero sentimental. Fue una casualidad empezar a chatear con Luis y no le daba ni la menor importancia al tema, ya que, casi siempre, este tipo de amistades, terminan tan pronto como han aparecido, de un día para otro. No podría saber que, algún día, jugaría un papel importante en un momento crucial de mi vida. Ya llevábamos dos años de intercambio de e-mails, fotos y palabras, cuando me ofrecieron trabajar en España. Sobre su gran apoyo en ese momento de gran inestabilidad e incertidumbre, os he contado. Llamó a mi jefe en el momento oportuno, presentándose como mi novio, de esta manera avisando a todos los que podrían tener malas intenciones conmigo, que el vive cerca y esta dispuesto a visitarme cuando sea necesario. También que está en posesión de los datos de todos mis empleadores y si no tiene noticias de mi o algo le parece extraño, está dispuesto a actuar. Con otras palabras, que no estoy sola en el mundo. Claro que si se hubiera tratado de una banda de mafiosos, el no habría podido hacer gran cosa por mi. Pero, seguramente me ha evitado un montón de pequeñas y medianas molestias. Claro que su intervención no era del todo desinteresada, seria muy ingenua en creerme esto. El quería conocerme personalmente desde el principio de nuestra relación virtual pero, como no podía ser por la distancia que nos separaba, no se hizo grandes ilusiones. Sin embargo, cuando esa distancia se acortó, el volvió a insistir en conocerme y yo accedí. Vivía sola en un piso grande y lúgubre, fuera hacia demasiado frío para tener ganas de explorar el territorio, la gente del pueblo actuaba de una manera muy extraña para una persona como yo, acostumbrada a moverme entre millones de caras desconocidas diariamente, así que la idea de tener a alguien para mi, que me ayude y me apoye de vez en cuando, me atraía cada vez mas. Nunca olvidaré esa noche cuando el llegó. Eran mediados de febrero, yo llevaba ya casi un mes en España, era viernes y el salio de su pueblo de Algarve poco después del medio día. Los mil kilómetros se le habrían echo interminables. Cuando por fin llegó a las tres de la noche, yo estaba sin pegar ojo de emoción, exaltación y miedo también. ¿Que chica, en su sano juicio, recibe en casa a altas horas de la noche a un extraño conocido por internet? Llamó al timbre y yo me apuré a mirar por la mirilla para asegurarme que el hombre guapo que me sonreía de todas las fotos que me mandó durante todo ese tiempo, era el mismo que esperaba ahora en mi puerta. Y si, era el. ¿Pero que habría pasado si su cara no hubiera coincidido con la de las fotos? ¿Que habría echo? ¿Dejarle ahí, fuera, después de un viaje de 12 horas? No lo se. Puede que si. Le abrí la puerta con mano temblorosa, el estaba cargado con un montón de regalos, que parecía Santa Claus. Me trajo sabanas, albornoz, zapatillas de casa, hasta una plancha de ropa, todo lo que tanto necesitaba para darle a mi vida un aspecto más asentado y mas casero. Le ayudé con los paquetes y nos hemos puesto a abrirlas para ver si son de mi agrado y de mis medidas. Fue todo muy natural, pero a la vez, muy extraño, que dos completos desconocidos, actúen como si se conocían de toda la vida. Le puse una copa de whisky, me puse yo también una de lo mismo y empezamos a charlar continuando prácticamente conversaciones pendientes o profundizando temas antiguos del chat. No se como, pero al amanecer, ya habríamos echo el amor tres veces y la felicidad que sentíamos en ese momento, tanto el como yo, flotaba en el aire de esa casa, antes tan triste. Claro que los dos días de su estancia ahí conmigo se nos han echo extremadamente cortos. ¡Teníamos tanto de que hablar, tanto que compartir, tanto que sentir! La segunda vez que me visitó en el pueblo de las galletas, después de solo dos semanas, ya no volvió a ser lo mismo. No fue mal tampoco, pero la magia había desaparecido. Después de otras dos semanas, llegó mi turno para ir a su pueblo a visitarle. Como tenia cuatro días libres por ser puente de alguna fiesta, he cogido un tren nocturno hasta Madrid, de ahí otro hasta el sur de España y a las 10 de la mañana del día siguiente le esperaba en la estación de tren de Sevilla, para que venga a recogerme. El tenia menos de una hora y media de camino hasta ahí, sin embargo cuando le llamé para saber donde esta, el no había salido de su casa todavía. Que se le ha averiado el coche, que ha tenido que buscar otro... No me creí nada de lo que decía. Probablemente, hallándose en su territorio, quería enseñarme que es el quien manda. Pero se equivocó de persona. Yo nunca he aceptado una relación de pareja en cual uno es más que el otro, donde falta el respeto y la sinceridad y, tampoco, donde uno es serio mientras el otro juega jueguitos tontos, imaginándose que así le conquistara más al otro. Claro que esos cuatro días estaba en su territorio y no era mi intención volver a casa antes de tiempo. Me gusta terminar lo que empiezo. Al final, llegó con dos horas de retraso, sin excusarse casi nada, como si era algo normal. Me llevó a su casa que parecía un bloque de pisos, donde abajo vivían sus padres, encima el y sus tres hijas y arriba del todo eran las habitaciones de invitados. Sus hijas no llegaron a casa hasta el día siguiente, cuando su madre les trajo de Lisboa (cada 2 fines de semana estaban con ella). Eran dos niñas gemelas encantadoras de 8 años y una criatura preciosa de solo 3 años. Nada mas verme, se acurrucaron a mi lado y en mis brazos como si me conocíeran de toda la vida. Les tenía preparados regalitos, que ellas abrieron encantadas, debajo de las miradas irritadas de su padre que no apreció nada el gesto. En mi país, cuando vas a una casa donde viven niños, es muy feo ir con las manos vacías y, me imagino que es algo bastante común en la mayoría de las culturas del mundo. Estoy segura que en Portugal también. Pero el jugaba el papel del gallo en su casa y pronto descubrí la manera terrible en cual trataba a sus pobres hijas. Las manipulaba de manera visible con respeto a su madre, a la recién amistad que tenían conmigo, hasta en cosas menores, sin mucha importancia y, entonces, me di cuenta que hacia lo mismo con las mujeres que pasaban por su vida. Desde cuando éramos solo amigos virtuales, me contó la historia triste de su mujer loca, que no era capaz de cuidar de sus hijas, irresponsable, inestable y mentirosa compulsiva. Tenían una historia fea entre los dos, un divorcio horroroso, un juicio de custodia donde se aportaron pruebas vergonzosas y que al final ganó el.
Esos días me enseño un poco el entorno, las playas, los jardines, sus casas, sus terrenos, su barco... Todo era presumir. De su país, de su gente, de sus amistades en el gobierno, de sus bienes materiales. ¡De que me libré! Cuando por fin salí de esa casa y de su coche, cuando me llevó de vuelta a Sevilla, me quité un peso de encima. Lo único que me daba pena eran esos maravillosos angelitos, tan deseosos de tener en sus vidas una figura materna constante. Para rematar el tema, el último día me hizo prometer a las niñas que vendría a su escuela a despedirme de ellas, con esa promesa las acosté a la noche en sus camitas. Pero, el día siguiente, Luis pasó de su escuela, sin que yo me entere por que no conocía bien el entorno. Me percaté solo cuando pasamos la frontera a España y me sentí muy mal por ellas. Pero es mucho mejor que piensen que una desconocida las engaño, que el hecho que su padre no respetó la promesa que me hizo hacerles. Me quedo con las caritas de las niñas deseosas de jugar con sus nuevos juguetes, rodeándome con sus brazos, peleándose por mi atención, esforzándose a hablarme en ingles para que las entienda mejor, con el paisaje maravilloso, las flores, los flamencos rosados, el clima inmejorable de 21 grados en febrero (dejé Aguilar de Campoo con nieve hasta las rodillas), con esos dos días inolvidables del principio, con una experiencia que no es ni buena, ni mala. Es simplemente parte de la vida. Después me volvió a llamar varias veces, llegó hasta a llamar a mi hermana en Rumania, intentando asustarla a ella y a mis padres con historias como que yo estoy muy mal, que tengo problemas graves con la gente que me contrató, que me vendría mucho mejor ir a vivir con el, que se casaría conmigo, etc. Pero mi hermana ya estaba avisada, así que no se asustó y no les comentó nada a mis padres. Poco a poco, me dejó en paz y, con la llegada de los primeros días de verano, un nuevo amor irrumpió en mi vida.
